A mediados del siglo pasado, la vida en el East End de
Londres era tan dura que una chica de veintidós años necesitaba agallas y humor
para soportarla y comprender qué se escondía detrás del rostro maquillado de
una prostituta o la chulería de un ladrón. Cuando la joven enfermera Jenny Lee
llega a la Casa Nonnatus, no sabe que es un convento; allí ha sido enviada para
completar su formación como enfermera y especializarse en la profesión de
comadrona. Bajo la mirada experimentada y humana de las religiosas que
gobiernan el convento, Jenny y sus tres colegas Cynthia, Trixie y Chummy
traerán al mundo cientos de niños con gran entrega y humildad.
Su trabajo se desarrolla en un barrio y una ciudad marcada
por las cicatrices de la guerra: edificios bombardeados, basura, parásitos y
pestilencia. En estas condiciones, las comadronas harán su trabajo, ayudando a
muchas mujeres, todas pobres, como Conchita Warren, una española madre de 25
niños, que se lleva estupendamente con su marido inglés aunque no puedan hablar,
pues el uno no entiende el idioma del otro y viceversa... Poco a poco la vida
de Jenny se verá repleta de sentido, humanidad y empatía por los demás.
Si Dickens nos dejó un testimonio de las paupérrimas
condiciones de los niños condenados a trabajar en las fábricas del Londres
finisecular, Jennifer Worth nos revela, con la misma humanidad, las necesidades
de miles de mujeres en una época no tan lejana.