En 1907, Alois Alzheimer, neuropsiquiatra alemán, describió
el primer caso de la enfermedad que lleva su nombre. Se trataba de una mujer de
51 años con deterioro cognitivo, alucinaciones, delirios y síntomas focales,
cuyo estudio cerebral post-mortem reveló la existencia de atrofia cortical,
placas, ovillos y cambios arterioescleróticos. Otra aportación fundamental al
conocimiento de las demencias es la efectuada por Arnold Pick, profesor de
neuropsiquiatría en Praga, quien comenzó a describir en 1892 una serie de casos
de demencia con atrofia cerebral localizada en los lóbulos frontales.
Del gran número de hipótesis que se han explorado, sólo la
edad avanzada, una historia familiar de demencia, factores de riesgo
cardiovasculares y el componente genético alelo Apo-E4 son actualmente
considerados factores de riesgo.
Aunque
la enfermedad de Alzheimer se caracteriza por un deterioro progresivo de las
funciones intelectuales, la evolución del cuadro es muy variable. Mientras que
en unos casos es muy rápida (menos de un año), en otros el deterioro de las
funciones intelectuales se prolonga más de 15 años. Los pacientes viven, de
media, aproximadamente ocho años tras el diagnóstico.